Escrito por Adelante la Fe
En una entrevista en el último número de «Herder Korrespondenz» el cardenal Gerhard L. Müller ha llamado nada menos que «hereje» a un tipo que pasa por ser «uno de los más estrechos consejeros del papa».
He aquí lo que ha dicho el prefecto de la congregación para la doctrina de la fe:
«La enseñanza sobre el papado como institución divina no puede ser relativizada por nadie, porque esto querría decir querer corregir a Dios mismo. […] Hace tiempo ha aparecido quien es presentado por ciertos medios de comunicación como uno de los más estrechos consejeros del papa, según el cual se puede muy bien trasladar la sede del papa a Medellín o dispersar las oficinas de la curia en distintas Iglesias locales. Esto es fundamentalmente equivocado y también herético [sogar häretisch]. De esta manera, basta leer la constitución dogmática ‘Lumen gentium’ del Concilio Vaticano II para reconocer la absurdidad eclesiológica de estos juegos mentales. La sede del Papa es la Iglesia de san Pedro en Roma».
Müller ha añadido que la explícita misión de san Pedro, de «guiar a toda la Iglesia como su supremo pastor», ha sido transmitida «a la Iglesia de Roma y, con ella, a su obispo, el papa». Y esto «no es un juego organizativo, sino que es para preservar la unidad dada por Dios» y se refiere también «al papel del alto clero de la Iglesia romana, los cardenales, que ayudan al papa en el ejercicio de su primado».
No es difícil adivinar a quién es al que apunta Müller. Es el arzobispo Víctor Manuel Fernández, rector de la Universidad Católica Argentina de Buenos Aires y confidente desde hace mucho tiempo de Jorge Mario Bergoglio, además de, efectivamente, su teólogo de confianza y principal redactor de sus mayores documentos, desde la «Evangelii gaudium» hasta la «Amoris laetitia», este último incluso robando fragmentos de artículos escritos por el mismo Fernández hace diez años:
Víctor Manuel Fernández |
«La curia vaticana no es una estructura
esencial. El papa podría incluso irse a vivir fuera de Roma, tener un
dicasterio en Roma y otro en Bogotá, y quizá conectarse por teleconferencia con
los expertos en liturgia que residen en Alemania. En torno al papa lo que hay,
en un sentido teológico, es el colegio de los obispos para servir al pueblo.
[…] Los mismos cardenales pueden desaparecer, en el sentido de que no son
esenciales».
Y todavía Fernández dijo, tomándosela
precisamente con el cardenal prefecto, que en una entrevista en «La Croix» del
29 de marzo había asignado a la congregación para la doctrina de la fe la «misión
de estructuración teológica» de un pontificado eminentemente «pastoral» como el
de Francisco:
«He leído que algunos dicen que la curia romana
hace parte esencial de la misión de la Iglesia, o que un prefecto del Vaticano
es la brújula segura que impide a la Iglesia caer en el pensamiento light; o
incluso que dicho prefecto asegura la unidad de la fe y garantiza al pontífice
una teología seria. Pero los católicos, leyendo el Evangelio, saben que Cristo
ha asegurado una guía y una iluminación especial al papa y al conjunto de los
obispos y no a un prefecto o a otra estructura. Cuando se oyen decir cosas de
este género parecería casi que el papa fuera un representante suyo, o incluso
uno que ha venido a molestar y que debe ser controlado».
Más de un año ha pasado de estos disparos del
supuesto teólogo argentino, de las cuales el Papa Francisco no se dolió en
absoluto, visto que lo ha tenido todavía más estrechamente unido a él.
Y ahora que Müller ha emitido contra Fernández
el veredicto de «herejía», es seguro que será el cardenal el que caiga todavía
más bajo en la puntuación del papa. El cual no cuenta ya nada como prefecto de la congregación para la
doctrina de la fe, menos aún para la «estructuración teológica» de este
pontificado.
A cuyo propósito no está excluido que, sobre
todo con Müller, se la tomara el papa Francisco cuando, en su tercer sermón a los sacerdotes en el retiro espiritual, el 2 de junio pasado, ha
dicho comentando el encuentro de Jesús y la adúltera:
«A veces me da un poco de pena y de indignación
cuando alguno se da prisa en explicar la última recomendación, el ‘no peques
más’. Y utiliza esta frase para ‘defender’ a Jesús y que no quede el hecho de
que se ha saltado la ley».
El cardenal Müller había en efecto escrito, al
tomar posición en 2013 en vista
del sínodo sobre la familia:
«Una ulterior tendencia a favor de la admisión
de los divorciados vueltos a casar a los sacramentos es la que invoca el
argumento de la misericordia. Porque Jesús mismo se ha solidarizado con las
personas que sufren dándoles su amor misericordioso, la misericordia sería por
tanto un signo especial de la auténtica secuela. Esto es verdadero, pero es un
argumento débil en materia teológico-sacramental, también porque todo el orden
sacramental es exactamente obra de la misericordia divina y no puede ser
revocado remitiéndose al mismo principio que lo sostiene.
«A través de lo que objetivamente suena como una
falsa referencia a la misericordia se incurre en el riesgo de la banalización
de la imagen misma de Dios, según la cual Dios no podría hacer otra cosa que
perdonar. Al misterio de Dios pertenecen, además de la misericordia, también la
santidad y la justicia; si se ocultan estos atributos de Dios y no se toma en serio
la realidad del pecado, no se puede ni siquiera mediar a las personas su
misericordia.
«Jesús ha tratado a la mujer adúltera con gran
compasión, pero también le ha dicho: ‘Vete y no peques más’ (Jn 8,11). La
misericordia de Dios no es una dispensa de los mandamientos de Dios y de las
instrucciones de la Iglesia; más bien, para volverse a levantar tras la caída y
para una vida de perfección a imagen del Padre celeste».
Y lo mismo ha escrito
Müller en un libro-entrevista de
2014 y en otro de
2016.
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