Según la autora, de existir la «Antimaría sería así: esas mujeres no le darían importancia a los niños. Serían obscenas, vulgares e iracundas» |
ReligiõnenLibertad, 11 de Fevereiro de 2017
Al igual que tanto las
Escrituras como los Padres de la Iglesia hablan claramente de la existencia del
Anticristo que llegará al final de los tiempos ahora surge también la hipótesis
entre los expertos de la posible llegada también de una «Antimaría».
Esta tesis es planteada por Carrie Gress en un artículo que recoge Cary Filii News:
Carrie Gress, madre de cuatro hijos a quienes
educa en régimen de homeschooling, doctora por la Catholic
University of America y profesora de Filosofía en la Pontifex University, abre esta posibilidad Sus
colaboraciones han aparecido en los principales medios católicos de referencia
en Estados Unidos (entre ellos Aleteia, New Advent, Zenit, EWTN Radio y The
National Catholic Register), y ha escrito obras de apologética, como Conversiones a empujoncitos. Una
guía práctica para que tus seres queridos vuelvan a la Iglesia;
sobre temática familiar, como El gran cambio de imagen: el
poder transformador de la maternidad; y, con George
Weigel, uno de los principales biógrafos de San Juan Pablo II, Ciudad de Santos. Una guía del
peregrino a la Cracovia de Juan Pablo II.
En mayo de este año,
Carrie publicará en Tan Books su primera obra específicamente consagrada a la
Virgen: La Opción Mariana: la solución de Dios para una civilización en
crisis. Preparando esta obra, explica en un artículo en The National Catholic Register,
estudió a fondo la idea, tan presente en los Padres de la Iglesia al explicar
la Redención, de María como la Nueva Eva, complemento de Cristo como el Nuevo
Adán. «Esto me hizo pensar», explica: «Si hay un Anticristo, ¿hay quizá un
complemento, una Antimaría?».
«Serían todo lo que
María no es»
Gress recuerda que la
idea de Anticristo no es sólo la de una persona, sino también la de un
movimiento de personas a lo largo de la Historia. ¿Cómo sería entonces esa
«Antimaría», de existir? «Esas mujeres», contesta, «no le darían
importancia a los niños. Serían obscenas, vulgares e iracundas. Se
rebelarían contra la idea de cualquier cosa parecida a una obediencia humilde o
al sacrificio por los demás. Serían quisquillosas, frívolas, rencorosas y
excesivamente sensuales. También serían egocéntricas, manipuladoras, cotillas,
inquietas y ambiciosas. En breve: serían todo lo que María no es».
Carrie no duda de que
estamos asistiendo ya a una época de estas características: «El enfoque
sobre la maternidad es uno de los primeros signos de que estamos ante un nuevo
movimiento. Las madres (tanto las espirituales como las biológicas)
son un icono natural de María: ayudan a los demás a saber cómo es María con su
generosidad, su paciencia, su compasión, su paz, su intuición, su capacidad
para alimentar las almas. El amor de María (y el amor de las madres) ofrece una
de las mejores imágenes de cómo es el amor de Dios: incondicional, sanador y
profundamente personal».
La desaparición en las
mujeres reales del ícono de María
Pero este icono
de María «ha ido desapareciendo sutilmente en las mujeres reales» durante
las últimas décadas: «Primero con la píldora, y luego con la llegada del
aborto, la maternidad ha caído en una trituradora. Se ha convertido en algo
prescindible, hasta el punto de que la cultura dominante asiste sin pestañear a
la adopción de un niño por dos hombres».
María es un ejemplo de
dignidad y un verdadero referente para las mujeres y jóvenes de hoy |
Todas las culturas hasta
ahora a lo largo de la Historia, recuerda Gress, consideraron que «una madre es
decisiva (incluso en su imperfección) para alcanzar una edad adulta saludable y
madurez espiritual», y «ninguna cuultura puede renovarse sin madurez
espiritual». La realidad triste de las personas que han crecido sin madre «no
hace sino fortalecer el argumento de que los niños necesitan madres». Y de
hecho coincide esa devaluación actual de la maternidad con un auge sin
precedentes de «traumas emocionales y mentales y rupturas».
Y lo que se consideran
«progresos de las mujeres» no parecen haberlas hecho más felices, sostiene, a juzgar por el crecimiento entre ellas de las tasas de
divorcio, índices de suicidio, casos de abuso de alcohol y drogas o problemas
de ansiedad y depresión.
María, fuente de
dignidad e igualdad de la mujer
Si «nuestra cultura
tiene una deuda de gratitud con el catolicismo por la noción radical de que las
mujeres son iguales a los hombres», fue gracias a la Virgen María,
recuerda Gress. No vino de los griegos, que consideraban a las mujeres como
«hombres deformes»; ni del judaísmo, donde nunca hubo un movimiento de
reivindicación femenina; ni, obviamente, del islam.
Esto decía William
Lecky (1838-1903), un pensador irlandés racionalista y no católico,
sobre esta verdad histórica hoy olvidada: «Dejó de ser esclava o juguete de los
hombres, dejó de estar asociadas a la idea de degradación y sensualidad. La
mujer, en la persona de la Virgen Madre, se elevó a una nueva esfera, y se
convirtió en objeto de un tributo reverencial. Nació un nuevo tipo de carácter,
se fomentó una nueva forma de admiración. En una era dura, ignorante e inculta,
este tipo ideal infundió una idea de mansedumbre y purza desconocida para las
más orgullosas civilizaciones del pasado».
La idea de igualdad pudo
arraigar, añade Carrie, porque «María le dio la vuelta a los pecados de Eva».
Los errores del
«antimarianismo»
¿Qué nos encontramos
hoy, cuando la cultura dominante rechaza ese modelo que fue María en tiempos
cristianos? Las mujeres quieren igualdad y respeto, pero para
conseguirlos «no siguen la gracia de María, sino los vicios de Maquiavelo:
la rabia, la intimidación, la irritación, el acoso. Este impulso agresivo hace
que haya quien se enorgullezca de considerarse ‘canalla’, o se sienta
‘empoderada’ vistiéndose como una vagina, o crea que un hijo es algo que te
destroza la vida».
«El antimarianismo tiene
un auténtico monopolio sobre nuestra cultura»,
lamenta Carrie: «Casi no hay alternativas en la plaza pública en las que pueda
contemplarse una joven. Les quedan pocos modelos. Los titulares de los
periódicos y las estrellas de Hollywood le dictan a millones de mujeres y
chicas cómo pensar».
Carrie Gress es madre de cuatro hijos y profesora universitaria |
Por supuesto que lo
mismo sucede con los hombres, a quienes, como sostiene el obispo auxiliar de
Los Ángeles, Robert Barron, «se les está robando una adecuada
comprensión del eros, ese tipo de amor animado por la belleza y la
bondad, eliminado y sustituido por una forma burda de eroticismo».
«Cuando un hombre ama a
una mujer», decía el arzobispo Fulton J. Sheen (1895-1979), «cuanto más
noble es la mujer, más noble es el amor; cuanto más exige la mujer, más
respetable debe ser el hombre. Por eso la mujer es la medida del nivel de
nuestra civilización».
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«El diablo sabe», añade
Carrie, «que todos los signos distintivos de la ‘antimaría’ (rabia,
indignación, vulgaridad y orgullos) anulan los grandes dones de la mujer:
sabiduría, prudencia, paciencia, paz serena, intuición y la capacidad para una
profunda relación con Dios. A cambio, promete poder, fama, fortuna,
respeto y placeres rápidos y estériles. Y, como Eva, las mujeres del movimiento
antimariano siguen cayendo en sus mentiras».
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